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viernes, 11 de diciembre de 2009

Historias de mi querida Buenos Aires



Una historia que no muchos conocen…
El primer árbol de navidad que conoció, nuestra Ciudad de Buenos Aires, fue armado por el joven Miguel Hines en la navidad de 1807; durante la segunda invasiones Inglesa.

Hines, había nacido en Dublín y fue criado por Mary Hines. Al cumplir los 18 años, Mary le hace entrega de una carta y un anillo donde se le revelaba ser hijo natural del futuro Jorge IV de Inglaterra. Viaja a Londres en compañía de un amigo, llegando al mismo tiempo que el tesoro de oro y plata robado por Beresford, a Buenos Aires en la primera invasión. … Sin pensarlo dos veces y ante el asombro de su amigo… tira la misiva y el anillo, única prueba de quien era. Se enrolo en las tropas que planeaban tomar la ciudad de Buenos Aires, su sueño era hacer fortuna por sus medios. Desembarco en buenos aires como soldado… lucho cuerpo a cuerpo por las calles de la ciudad. Cae herido, y hubiese muerto de no ser por Jorge Terrada, que lo cuidó hasta su recupero. Entró a trabajar como dependiente al establecimiento de los Terrada; y fue un miembro más de la familia.
Se asocia luego al capitán Guillermo Brown, y tiempo después se establece en la Colonia del Sacramento, donde gozó de fama y predicamento, a punto tal de ser elegido alcalde del pueblo.
Muere en circunstancia no muy claras, al estallar el polvorín de un batallón portugués. También se dice que fue el secreto accionar de Rosas, que de esta forma eliminaba a un amigo de los unitarios emigrados.
El almirante Greenfield despidió sus restos, junto a otros connacionales, todos sabedores de la sangre real que corría por sus venas.
Con su fallecimiento no termina la historia de esta familia, Hines tuvo un hijo del mismo nombre que quedó ciego a poco de cumplir los 20 años, a pesar de viajar a Europa para ser operado. Dotado para la música, se convirtió en un conocido interpreté y compositor, autor de célebres melodías, hoy completamente perdidas… En mayo de 1856 actuó en el Salón de Recreo, junto Eduardo Amigo  (Pianista y organista español).
Aquel primer árbol, tenía velas y regalos, costumbres de su lejana Irlanda. Así nació entre nosotros esta práctica, que con los años se generalizaría en todo el mundo.
Historias de mi querida Buenos Aires. Besitos. Silvi.

8 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

pues yo confieso que no conocía la historia

Manuel de la Rosa -tuccitano- dijo...

Yo tampoco la conocía ... pero la mayoría de las tradiciones tienen tras ellas preciosas historias

PABLO JESUS GAMEZ RODRIGUEZ dijo...

Yo tampoco.

Besitos.

Silvi (reikijai) dijo...

Pedro O.E. Me alegra. Besitos.

Silvi (reikijai) dijo...

Manuel...En cuanto,acomode mi tiempo,les contare mas.Besitos.

Silvi (reikijai) dijo...

Cornelivs. Cualquiera diria que soy una entendida en la materia. Jajajajja. Besitos.

Camille Stein dijo...

siempre es fascinante descubrir los antecedentes que fraguan cada circunstancia, cada tradición...

gracias, Silvi

un beso

Unknown dijo...

http://locosporlapoesia.blogspot.com/2009/12/loteria.html

un beso
juank

VIDEO

El video es un regalo para todos uds.
El que guste se lo puede llevar ... mas
arriba esta el enlace con Youtube.
Que tambien tiene autorizacion para
hacerlo conocer al mundo. Gracias a
todos. Silvi.

La tierra

Niño indio, si estás cansado, tú te acuestas sobre la Tierra, y lo mismo si estás alegre, hijo mío, juega con ella... Se oyen cosas maravillosas al tambor indio de la Tierra: se oye el fuego que sube y baja buscando el cielo, y no sosiega. Rueda y rueda, se oyen los ríos en cascadas que no se cuentan. Se oyen mugir los animales; se oye el hacha comer la selva. Se oyen sonar telares indios. Se oyen trillas, se oyen fiestas. Donde el indio lo está llamando, el tambor indio le contesta, y tañe cerca y tañe lejos, como el que huye y que regresa... Todo lo toma, todo lo carga el lomo santo de la Tierra: lo que camina, lo que duerme, lo que retoza y lo que pena; y lleva vivos y lleva muertos el tambor indio de la Tierra. Cuando muera, no llores, hijo: pecho a pecho ponte con ella, y si sujetas los alientos como que todo o nada fueras, tú escucharás subir su brazo que me tenía y que me entrega, y la madre que estaba rota tú la verás volver entera. Gabriela Mistral

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