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sábado, 19 de enero de 2008

... Ser Feliz ... ¡!!

http://es.youtube.com/watch?v=7lbC4qiAc68
Nos hemos acostumbrado a creer que la felicidad
es una especie de competencia olímpica para tener más,
ser más exitoso, sentir más placer y hacer más cosas…

El hombre más feliz del planeta
es un individuo que vive en una celda
de dos por dos, no es dueño ni ejecutivo de ninguna de


las compañías del Fortune 500,
no tiene relaciones sexuales
desde hace más de 30 años,
no vive pendiente del celular
ni tiene Blackberry,
no va al gym ni maneja un BMW,
no viste ropa de Armani ni Hugo Boss,
desconoce tanto el Prozac
como el Viagra o el éxtasis,
y ni siquiera toma Coca-Cola.

En suma:
el hombre más feliz del planeta
es un hombre que no tiene
dinero, éxito profesional,
vida sexual, ni popularidad.


Su nombre es Matthieu Ricard, francés,
occidental por nacimiento, budista por convicción
y el único entre cientos de voluntarios
cuyo cerebro no sólo alcanzó la máxima calificación de felicidad
prevista por los científicos (-0.3),
sino que se salió por completo del “felizómetro”: -0.45.

Los 256 sensores y decenas de resonancias magnéticas
a las que Ricard se sometió a lo largo de varios años
para validar el experimento no mienten:


Allí donde los niveles en los simples mortales es muy alto,
-estrés, coraje, frustración-
en el cerebro de Ricard, estas sensaciones negativas
sencillamente no existen.


Por el contrario, ahí donde la mayoría de voluntarios

mostró bajísimos niveles
-satisfacción y plenitud existencial-,
Ricard superó todos los índices.
Esto es, en todas y cada una de las sensaciones positivas,
dando origen al título de "el hombre más feliz del planeta".
(www.elmundo. es, 22 de abril)


Lo paradójico del caso no es que él sea un hombre tan
feliz, sino cómo llegó a serlo:

Desprendiéndose de todo aquello
en lo que los occidentales suponemos radica la felicidad:
fe en un D-os salvador, éxito profesional, pericia científica,
dinero, posesiones, relaciones humanas
y consumo, consumo, consumo…


Y es que Ricard no es ajeno a nada de esto:
hijo del miembro emérito de la academia francesa
Jean François Revel, Ricard no se dejó deslumbrar
por el ateísmo ilustrado de su padre, ni por su fe de

nacimiento; tampoco sus estudios de genética celular
en el Instituto Pasteur le trajeron la satisfacción deseada.

Con el mundo a sus pies y a punto de convertirse
en una eminencia científica. Un buen día decidió que


ése no era el rumbo que él quería para su vida.

Se fue al Himalaya, adoptó el celibato y

la pobreza de los monjes, aprendió a leer el tibetano

clásico e inició una nueva vida desde cero.

Pero eso no es la causa, sino la consecuencia de su felicidad…
Hoy es la mano derecha del Dalai Lama y ha donado

millones de euros -producto de la venta de sus libros-
a monasterios y obras de caridad.


La causa hay que buscarla en otro lado, dice el jefe del
estudio, Richard J. Davidson,y no es ningún misterio

ni gracia divina:

Se llama plasticidad de la mente.
Es la capacidad humana
de modificar físicamente el cerebro
por medio de los pensamientos
que elegimos entretener.

Resulta que al igual que los músculos del cuerpo,
el cerebro desarrolla y fortalece
las neuronas que más utilizamos.

A más pensamientos negativos, mayor actividad
en el córtex derecho del cerebro y en consecuencia,
mayor ansiedad, depresión,
envidia y hostilidad hacia los demás.

En otras palabras:
más infelicidad autogenerada.
Por el contrario, quien trabaja en pensar bien

de los demás y ver el lado amable de la vida,
ejercita el córtex izquierdo, elevando las emociones


placenteras y la felicidad.

Ricard advierte que no se trata de decidir ver
la vida en rosa de un día para otro, sino de trabajar

sistemáticamente en debilitar esos músculos de infelicidad
que tanto hemos fortalecido creyéndonos víctimas del pasado,


de los padres o del entorno, y paralelamente, comenzar a

ejercitar los músculos mentales que nos hacen absoluta y

directamente responsables de nuestra propia felicidad
(M. Ricard, En defensa de la felicidad, Ed.Urano).


Al final, los resultados del estudiode nuestra civilización
consumista donde el Prozac se vende cuatro veces

más que el Viagra- confirmanahora sí con pruebas

científicas en mano, lo que humanistas y profetas de

todas las épocas han venido diciendo …sin que los

científicos materialistas les dieran ni un mínimo de crédito…

A saber:
que la felicidad es un asunto del espíritu.
La felicidad es un hábito, o el resultado de varios hábitos.
(Aristóteles)
No depende de nada ni de nadie externo a la persona
(Buddha)
La clave para ser feliz mora en el interior de cada quien
(Jesús)

Ricard admite que su caminono es más que uno entre

muchos, pero advierte que ser feliz necesariamente

sucede al dejar de culpar a los demás de nuestra infelicidad
y buscar la causa en nuestra propia mente.


“Vivir las experiencias, ... que nos ofrece la vida, es obligatorio;
sufrirlas o gozarlas, ... es opcional".

1 comentario:

Unknown dijo...

me gusta tu blog. te invito a pasar por casa: http://locosporlapoesia.blogspot.com/

VIDEO

El video es un regalo para todos uds.
El que guste se lo puede llevar ... mas
arriba esta el enlace con Youtube.
Que tambien tiene autorizacion para
hacerlo conocer al mundo. Gracias a
todos. Silvi.

La tierra

Niño indio, si estás cansado, tú te acuestas sobre la Tierra, y lo mismo si estás alegre, hijo mío, juega con ella... Se oyen cosas maravillosas al tambor indio de la Tierra: se oye el fuego que sube y baja buscando el cielo, y no sosiega. Rueda y rueda, se oyen los ríos en cascadas que no se cuentan. Se oyen mugir los animales; se oye el hacha comer la selva. Se oyen sonar telares indios. Se oyen trillas, se oyen fiestas. Donde el indio lo está llamando, el tambor indio le contesta, y tañe cerca y tañe lejos, como el que huye y que regresa... Todo lo toma, todo lo carga el lomo santo de la Tierra: lo que camina, lo que duerme, lo que retoza y lo que pena; y lleva vivos y lleva muertos el tambor indio de la Tierra. Cuando muera, no llores, hijo: pecho a pecho ponte con ella, y si sujetas los alientos como que todo o nada fueras, tú escucharás subir su brazo que me tenía y que me entrega, y la madre que estaba rota tú la verás volver entera. Gabriela Mistral

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