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martes, 2 de febrero de 2010

Elogio de la mujer brava (Héctor Abad)


A los hombres machistas, que somos como el 96 por ciento de la población masculina, nos molestan las mujeres de carácter áspero, duro, decidido. Tenemos palabras denigrantes para designarlas: arpías, brujas, viejas, traumadas, aprovechadas, solteronas, amargadas, marimachas, etc. En realidad, les tenemos miedo y no vemos la hora de hacerles pagar muy caro su desafío al poder masculino que hasta hace poco habíamos detentado sin cuestionamientos. A esos machistas incorregibles que somos, machistas ancestrales por cultura y por herencia, nos molestan instintivamente esas fieras que en vez de someterse a nuestra voluntad, atacan y se defienden.
La hembra con la que soñamos, un sueño moldeado por siglos de prepotencia y por genes de bestias (todavía infrahumanos), consiste en una pareja joven y mansa, dulce y sumisa, siempre con una sonrisa de condescendencia en la boca. Una mujer bonita que no discuta, que sea simpática y diga frases amables, que jamás reclame, que abra la boca solamente para ser correcta, elogiar nuestros actos y celebrarnos bobadas. Que use las manos para la caricia, para tener la casa impecable, hacer buenos platos, servir bien los tragos y acomodar las flores en floreros. Este ideal, que las revistas de moda nos confirman, puede identificarse con una especie de modelito de las que salen por televisión, al final de los noticieros, siempre a un milímetro de quedar en bola, con curvas increíbles (te mandan besos y abrazos, aunque no te conozcan), siempre a tu entera disposición, en apariencia como si nos dijeran "no más usted me avisa y yo estoy a su disposición", siempre como dispuestas a un vertiginoso desahogo de líquidos seminales, entre gritos ridículos del hombre (no de ellas, que requieren más tiempo y se quedan a medias).
A los machistas jóvenes y viejos nos ponen en jaque estas nuevas mujeres, las mujeres de verdad, las que no se someten y protestan y por eso seguimos soñando, más bien, con jovencitas perfectas que lo den fácil y no pongan problema. Porque estas mujeres nuevas exigen, piden, dan, se meten, regañan, contradicen, hablan y sólo se desnudan si les da la gana.(jajaja, correcto) Estas mujeres nuevas no se dejan dar órdenes, ni podemos dejarlas plantadas, o tiradas, o arrinconadas, en silencio y de ser posible en roles subordinados y en puestos subalternos. Las mujeres nuevas estudian más, saben más, tienen más disciplina, más iniciativa y quizá por eso mismo les queda más difícil conseguir pareja, pues todos los machistas les tememos. (Tal cual)
Pero estas nuevas mujeres, si uno logra amarrar y poner bajo control al burro machista que llevamos dentro, son las mejores parejas. Ni siquiera tenemos que mantenerlas, pues ellas no lo permitirían porque saben que ese fue siempre el origen de nuestro dominio. Ellas ya no se dejan mantener, que es otra manera de comprarlas, porque saben que ahí -y en la fuerza bruta- ha radicado el poder de nosotros los machos durante milenios. Si las llegamos a conocer, si logramos soportar que nos corrijan, que nos refuten las ideas, nos señalen los errores que no queremos ver y nos desinflen la vanidad a punta de alfileres, nos daremos cuenta de que esa nueva paridad es agradable, porque vuelve posible una relación entre iguales, en la que nadie manda ni es mandado. Como trabajan tanto como nosotros (o más) entonces ellas también se declaran hartas por la noche y de mal humor, y lo más grave, sin ganas de cocinar. Al principio nos dará rabia, ya no las veremos tan buenas y abnegadas como nuestras santas madres, pero son mejores, precisamente porque son menos santas (las santas santifican) y tienen todo el derecho de no serlo.
Envejecen, como nosotros, y ya no tienen piel ni senos de veinteañeras (mirémonos el pecho también nosotros y los pies, las mejillas, los poquísimos pelos, el sobrepeso, las canas), las hormonas les dan ciclos de euforia y mal genio, pero son sabias para vivir y para amar y si alguna vez en la vida se necesita un consejo sensato (se necesita siempre, a diario), o una estrategia útil en el trabajo, o una maniobra acertada para ser más felices, ellas te lo darán, te dirán que hacer, buscarán junto a ti la solución, no las peladitas de piel y tetas perfectas, aunque estas sean la delicia con la que soñamos, un sueño que cuando se realiza ya ni sabemos qué hacer con todo eso.
Los varones machistas, somos animalitos todavía y es inútil pedir que dejemos de mirar a las muchachitas perfectas. Los ojos se nos van tras ellas, tras las curvas, porque llevamos por dentro un programa tozudo que hacia allá nos impulsa, como autómatas. Pero si logramos usar también esa herencia reciente, el córtex cerebral, si somos más sensatos y racionales, si nos volvemos más humanos y menos primitivos, nos daremos cuenta de que esas mujeres nuevas, esas mujeres bravas trabajan, producen, confían, pero también exigen, joden y protestan, son las más desafiantes y por eso mismo las más estimulantes, las más entretenidas las únicas con quienes se puede establecer una relación duradera, porque está basada en algo más que en abracitos y besos, o en coitos precipitados seguidos de tristeza. Esas mujeres nos dan ideas, amistad, pasiones y curiosidad por lo que vale la pena, sed de vida larga y de conocimiento.
Vamos hombres, por esas mujeres bravas pero no mantenidas!!!!!!!!
Estas nuevas mujeres, si uno logra amarrar y poner bajo control al burro machista que llevamos dentro, son las mejores parejas. Héctor Abad
Héctor… Un aplauso. Gracias. Besitos. Silvi.

10 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

la igualdad en derechos y deberes no debe confundirse con otras cosas, en efecto
Gracias por compartirlo.

Manuel de la Rosa -tuccitano- dijo...

yo que no soy machista y me confieso totalmente anti- feminista... me encanta la mujer que acaricia y que no se somete...o sea un poc0 de cal y otra de arena...saludos

Silvi (reikijai) dijo...

Pedro.. Independiente… no libertina...El disfrutar,de a dos el todo.Besitos.

Silvi (reikijai) dijo...

Manu...Me alega verte.Opino igual… Las mujeres fuertes… necesitan acariciar y ser acariciadas... femenina e Independiente… “no feminista” Besitos.

genialsiempre dijo...

Aunque el fondo del texto es bueno, un poco repetitivo y largo, el mensaje queda difuminado y tan solo se aclara al leer tus comentarios, con lo que estoy totalmente de acuerdo.
Mujer libre, independiente, pero femenina y tierna, ese es el equilibrio, difícl, pero haberlo haylo.

Jose´María

Pedro Estudillo dijo...

La mía ya consiguió domeñar hace tiempo al burro machista que llevo dentro. Y ahora es cuando nos lo pasamos bien.
Un texto excelente, Silvi.


Un beso.

PABLO JESUS GAMEZ RODRIGUEZ dijo...

Jamas he sido machista.
Tampoco feminista.

Cada uno tiene su propio terreno.

Buenas noches.

Besos.

Silvi (reikijai) dijo...

Jose Maria ...Pero… para ciertos hombres… somos un forúnculo. Jajaja. Besos.

Silvi (reikijai) dijo...

Bien Pedro… entonces a disfrutar… la vida es tan corta. Besitos.

Silvi (reikijai) dijo...

Cornelivs.. Lo se,justamente es aceptar,que son dos en un mismo camino,sin diferencias.Siempre hablando desde la pareja.Que tengas una linda noche.Besitos.

VIDEO

El video es un regalo para todos uds.
El que guste se lo puede llevar ... mas
arriba esta el enlace con Youtube.
Que tambien tiene autorizacion para
hacerlo conocer al mundo. Gracias a
todos. Silvi.

La tierra

Niño indio, si estás cansado, tú te acuestas sobre la Tierra, y lo mismo si estás alegre, hijo mío, juega con ella... Se oyen cosas maravillosas al tambor indio de la Tierra: se oye el fuego que sube y baja buscando el cielo, y no sosiega. Rueda y rueda, se oyen los ríos en cascadas que no se cuentan. Se oyen mugir los animales; se oye el hacha comer la selva. Se oyen sonar telares indios. Se oyen trillas, se oyen fiestas. Donde el indio lo está llamando, el tambor indio le contesta, y tañe cerca y tañe lejos, como el que huye y que regresa... Todo lo toma, todo lo carga el lomo santo de la Tierra: lo que camina, lo que duerme, lo que retoza y lo que pena; y lleva vivos y lleva muertos el tambor indio de la Tierra. Cuando muera, no llores, hijo: pecho a pecho ponte con ella, y si sujetas los alientos como que todo o nada fueras, tú escucharás subir su brazo que me tenía y que me entrega, y la madre que estaba rota tú la verás volver entera. Gabriela Mistral

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