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¿Podré seguir el ejemplo de un hombre que celebró la vida hasta el último día? A modo de machete, tendré presente el título de un libro de Carlos Ulanovsky, entrañable amigo de Guinzburg: "Seamos felices mientras estamos aquí".
Quiero aprender de Jorge Guinzburg. Aunque supongo que no será fácil. Pero, se sabe: lo que cuesta, vale. Y su lección vale lo que no se cotiza en pesos ni en dólares ni en euros. Tampoco en rating ni en éxito, los dos altares paganos donde, hoy por hoy, los medios sacrifican todo. Lo que deseo aprender de Jorge Guinzburg es lo que transmitió con el ejemplo desde que su salud se quebrantó, el año último, cuando debió alejarse cada tanto sus "Mañanas informales", el ciclo que conducía en Canal 13. Hay que ser muy valiente para hacer lo que él hizo: retomar la normalidad de la vida en cada una de las treguas que le daba la enfermedad.
El destino de los humanos es un asunto conocido. Hoy vendemos salud y en nuestra ingenuidad, nos creemos inmortales. Y, claro, vamos por la vida aferrados a la ilusión más absurda, que es la más efectiva: suponer que estaremos en este mundo para siempre. Sin el motor de esa creencia esperanzada contra toda esperanza, nada podríamos hacer. Privados de ese salvavidas de oro, perderíamos el entusiasmo, la capacidad de goce, el deseo de querer y ser queridos, las ganas de reír, la alegría.
Empecinados en sacarle el jugo a la vida, desarrollamos anticuerpos contra la inexorable finitud. Y mientras la salud está de nuestro lado, manejamos la negación con destreza. Es más, en el empeño de ahuyentar la certeza de que somos mortales, nos pasamos de rosca. Quiero decir que en vez de aprovechar cada día como si fuera el último, elevamos a la categoría de tragedia lo que no es más que un contratiempo, hablamos de nuestra tarea cotidiana como si se tratara una maldición en vez de una oportunidad de crecer, postergamos lo que sabemos que nos hará dichosos. Suponemos que siempre hay tiempo. Porfiamos que ese tiempo es infinito.
El panorama, sin embargo, se vuelve negro cuando de buenas a primeras, nos pasa lo que a Jorge: la enfermedad entra en escena y nos advierte que nada es para siempre. Entonces, los humanos se dividen en dos. Algunos optan bajar los brazos. Se encierran en la celda de la autocompasión, se alejan de este mundo antes de que en verdad les toque abandonarlo. Jorge Guinzburg jugó en el otro equipo, el de los que siguen viviendo hasta el último instante. No bien la enfermedad le daba tregua, volvía a ponerse al frente de "Mañanas informales". Y retomaba las tareas en su productora. Y se ocupaba de montar obras de teatro. Y de soñar con nuevos viajes, nuevas entrevistas, nuevos proyectos. Y se encargaba de decir lo agradecido que se sentía con todos los que lo ayudaban: su familia, sus amigos, el equipo de "Mañanas informales" que se cargó el programa al hombro durante sus ausencias y el público, que tanto lo quería.
¿Cómo lo hizo?, eso me pregunté al recibir la noticia de su muerte. Todavía no encontré la respuesta. Periodista al fin, seguí con las preguntas. ¿Qué habría sucedido si Jorge se hubiera dado por vencido antes de tiempo? Ésa la pude contestar: para empezar, jamás habríamos visto la versión 2008 de "La Biblia y el calefón". ¿Y si no hubiera hecho ese programa, qué habría pasado? Dos hechos lamentables, me dije: los televidentes nos habríamos privado de un excelente ciclo, que él todavía podía darnos. Y peor aún, Jorge se habría privado de disfrutar una vez más de su trabajo, se habría negado a sí mismo lo que la vida aún le otorgaba: la posibilidad de reír junto a sus invitados, la de preguntar, la de entrar a un estudio de TV para jugar el juego que tanto le gustaba. Si Jorge se hubiera declarado vencido antes de tiempo, tampoco nos habríamos asombrado con el mago Juan Ordeix en "Atracción mental", producido por la empresa de Guinzburg. Y el propio Jorge se habría ido con un asombro menos: el que le despertó el mentalista con sus trucos la noche en que lo tuvo de invitado.
Quiero aprender de Jorge Guinzburg a celebrar la existencia, todos y cada uno de los días que se me concedan, tal y como esos días sean: plenos de sol o cargados de tormenta. Quiero aprender la enseñanza que nos dio Jorge en los últimos meses de su vida. Ojalá pueda. A modo de machete, tendré presente el título de un libro de Carlos Ulanovsky, entrañable amigo de Guinzburg: "Seamos felices mientras estamos aquí".
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Un Grande que le dio batalla a la muerte… aprendamos de su LECCION de VIDA…
Ejemplo de hombre… que no fue perfecto… el siempre estará en nuestra memoria y corazones… ¡!! …. GRACIAS ... Hasta Pronto ... ¡!! सिल्विअज़क।Silvia Zak
La niña de la cornisa
Hace 7 años
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