La tercera edad, he decidido; ¡es un regalo! Soy ahora, probablemente por primera vez en mi vida, la persona que siempre quise ser. No en mi cuerpo, por supuesto; a veces me desespera mi cuerpo, las arrugas, las bolsas de los ojos, la piel aguada, y con frecuencia me toma por sorpresa esa persona que vive en mi espejo, pero no me siento a llorar por ella o no por mucho tiempo. Nunca cambiaría a mis amigos, mi maravillosa vida o mi amorosa familia por menos canas o un vientre más plano. Al envejecer me he vuelto más amable conmigo y menos crítico de mí mismo. Me he transformado en mi propio amigo. Ya no me auto-regaño por comer una galleta extra o por comprar aquella escultura de cemento que no necesito, pero se ve muy vanguardista en mi jardín. He visto a demasiados seres queridos partir de este mundo antes de entender la libertad que proporciona la vejez y ahora me siento con derecho a comer de más y a ser un poco desordenado o extravagante. ¿A quién le importa si me da la gana leer o jugar en la computadora hasta las cuatro de la mañana y luego dormir hasta el mediodía? ¿o si bailo con los brazos cruzados esas maravillosas melodías de los años sesenta mientras rueda por mi mejilla una lágrima por un amor que creía olvidado? ¿o si recorro la playa enfundado en un traje de baño abombado por mi cuerpo y me zambullo en las olas con abandono a pesar de las miradas de las jovencitas de bikini? Ellas también (si tienen suerte) estarán algún día en la edad de oro. Sé que me he vuelto olvidadizo y que en la vida es siempre más lo que olvidamos que lo que recordamos, pero gracias a Dios, de viejo me las arreglo para no olvidar (o recordar) lo verdaderamente importante.Por supuesto, a través de los años mi corazón se ha partido algunas veces. ¿Cómo podría un corazón sensible no romperse cuando se pierde a un ser querido o cuando un hijo sufre? Pero las cicatrices del corazón son las que nos dan fortaleza, comprensión y compasión. Un corazón intacto es un corazón estéril que nunca sabrá de ciertas alegrías que siguen al dolor. He sido bendecido con una vida lo suficientemente larga para ver mis canas, para que las risas de mi juventud se hayan marcado para siempre en los surcos de mi rostro y para poder decir "sí" cuando lo que quiero decir es "no" . Cuando uno se vuelve viejo es más fácil ser positivo. A uno le importa menos lo que otros piensan y no se cuestiona tanto a sí mismo, sea por que la experiencia hace que se equivoque menos o sienta que se ha ganado el derecho a equivocarse. Así que, contestando a la pregunta: ¿Me gusta haber llegado a la tercera edad? Puedo decir que me ha hecho libre y me gusta mucho la persona que ahora soy.No voy a vivir en este mundo para siempre, pero mientras esté aquí, no voy a perder el tiempo lamentándome por quien pude haber sido o preocupándome por quien seré; sólo seguiré disfrutando, cada día, cada minuto, quien soy.
La niña de la cornisa
Hace 7 años
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